14 de octubre de 2007

Saltó la liebre

En algún artículo anterior he contado que soy profesor y que, en mi instituto, los detractores de Educación para la Ciudadanía, no sabían darme un solo argumento que justificara su postura (más allá de que ésa era la consigna de la COPE).

Pues hasta hoy. Ya saltó la liebre. Uno de ellos me ha confesado que el problema es que, en algún libro de texto (no sabía decirme cuál, por cierto, ni yo he visto ninguno que lo diga así) se decía que la unión de dos homosexuales es un matrimonio. (Desde luego, no se trata del de la editorial Casal, que dice que "familia es sólo la formada por un hombre, una mujer y los hijos").

Ahora lo entiendo todo. Ése era el problema. Se trata de la palabra "matrimonio". He ahí la madre del cordero.

No se trataba de la acogida a los inmigarntes pobres, ni del acercamiento al Tercer Mundo, ni de la lucha por la paz y contra la violencia social, ni de la realización efectiva de los Derechos Humanos, ni de la educación contra el machismo, ni de la lucha contra la droga, ni de la educación democrática y la participación ciudadana, etc, etc. Todo eso, a fin de cuentas, ¿qué importancia tiene?

El problema es que, cuando dos homosexuales se casan (en un claro ataque a la Iglesia y a la familia) se quieren llamar "matrimonio".

Se trataba de una palabra. No era un problema social ni político. No tiene nada que ver con que ellos no estén de acuerdo con que los homosexuales tengan los mismos derechos que los heterosexuales; no es porque ellos no estén en contra de que los homosexuales puedan adoptar (y prefieran que un niño abandonado se pudra en un horfanato tercermundista antes de caer en una familia de tal vileza); no tiene nada que ver con la manía que le tiene la COPE a Zerolo. No, no y no. Es sólamente la palabra. Una palabra.

Ahora ya sí que están justificadas todas las manifestaciones callejeras (no, no me refiero a las que se hicieron contra la guerra; en ésas no estaban ellos). Ahora ya se entienden las "objeciones de conciencia contra la asignatura". Ahora, ya comprendo las descalificaciones de totalitario al gobierno por dicha asignatura (la COPE lo llamó marxista-leninista por ello).

Ya sí cuadra todo. El problema de fondo no es el hecho, la realidad en sí. Es el nombre. La palabra.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ya se ve, debe ser un motivo de peso. Tanto como para rechazar todo lo demás...
Algunos ya imaginábamos o sabíamos que el "adoctrinamiento" del que acusan a esta asignatura se refiere casi exclusivamente a cuestiones relacionadas con el reconocimiento de los derechos de las llamadas "minorías sexuales", aunque lo disfracen de palabras y sacramentos.
Lo sorprendente es el atrevimiento, la ligereza, con la que se declara uno "objetor" a todo el conjunto por un detalle como ese. Como dices es "la palabra", la que es capaz de tumbar un proyecto tan necesario como este.

Saludos,
David

Sólo quien ama vuela dijo...

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